21 diciembre 2007

'Llorar, llorar y volver a llorar. Llorar más, al cuadrado, al cubo, a la última potencia. Llorar sin poesía, compulsivamente, como un sinfín de estertores, como un derrame cerebral, como una inacabable pérdida de sangre. Llorar por fuera con lágrimas de cristal que se nos claven en la piel. Llorar por dentro con lágrimas de mercurio que nos agrieten los pulmones. Llorar toda la lluvia del mundo, dentro de una furgoneta, en el intervalo fugaz de un semáforo. Llorar, llorar, llorar. Llorar a cántaros, sin pausa, sin miedo. Dejarse secuestrar por un aguacero de lágrimas. '

fragmento de 'Ene', de J. Carrión

sin más




Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De "Cuaderno de Nueva York" 1998

16 diciembre 2007

cortazariano



"-Yo creo que te comprendo -dijo la Maga, acariciándole el pelo-. Vos buscás algo que no sabés lo que es. Yo también y tampoco sé lo que es. Pero son dos cosas diferentes. Eso que hablaban la otra noche... Sí, vos sos más bien un Mondrian y yo un Vieira da Silva.
-Ah -dijo Oliveira-. Así que yo soy un Mondrian.
-Sí, Horacio.
-Querés decir un espíritu lleno de vigor.
-Yo digo un Mondrian.
-¿Y no se te ha ocurrido sospechar que detrás de ese Mondrian puede empezar una realidad Vieira da Silva?
-Oh, sí -dijo la Maga-. Pero vos hasta ahora no te has salido de la realidad Mondrian. Tenés miedo, querés estar seguro. No sé de qué... Sos como un médico, no como un poeta.
-Dejemos de poetas -dijo Oliveira-. Y no lo hagás quedar mal a Mondrian con la comparación.
-Mondrian es una maravilla, pero sin aire. Yo me ahogo un poco ahí adentro. Y cuando vos empezás a decir que habría que encontrar la unidad, yo entonces, veo cosas muy hermosas pero muertas, flores disecadas y cosas así.
-Vamos a ver, Lucía: ¿Vos sabés bien lo que es la unidad?
-Yo me llamo Lucía pero vos no tenés que llamarme así -dijo la Maga. La unidad, claro que sé lo que es. Vos querés decir que todo se junte en tu vida para que puedas verlo al mismo tiempo. ¿Es así, no?
-Más o menos -concedió Oliveira-. Es increíble lo que te cuesta captar las nociones abstractas. Unidad, pluralidad... ¿No sos capaz de sentirlo sin necesidad de ejemplos? No, no sos capaz. En fin, vamos a ver: tu vida, ¿es una unidad para vos?
-No, no creo. Son pedazos, cosas que me fueron pasando."

Fragmento capítulo XIX, Rayuela





10 diciembre 2007

reflexión II



'El amor, que realmente es carencia de amor, puesto que es amor a lo caduco, a lo que se transforma, a lo que muere, es lo que caracteriza nuestra vida aparente. Fichte ya no creía en el amor eterno.'
... esto ha leído en una de sus páginas de apuntes, y sólo ha podido suspirar, mirando al vacío abismal que lleva dentro.

04 diciembre 2007

Poética (II)






'Liebeszähren, Liebesflammen'
una vez más Novalis para una de esas épocas protagonizadas por el nerviosismo,
la inquietud, la melancolía, incluso a veces la tristeza, pero, sobre todo, las dudas

24 noviembre 2007

Ella (VI)

Por aquel entonces, cuando el pretexto aún seguía siendo el frío, empezó a viajar sola. Ya no podía contar los meses de ausencia con los dedos de sus manos y el invierno amenazaba con ser duro. De modo que, de un día para otro, sin pensarlo, compró un pasaje de avión y huyó hacia el sur, en busca del calor que hacía demasiado tiempo que no sentía. ´
29 de Noviembre '06, Barcelona. El aeropuerto, el no-lugar más triste del mundo. Tomo café, sola, mientras intento hacerme a la idea de que en dos horas y media estaré en otra ciudad, a más de mil kilómetros de distancia. El cambio de ciudad, de contexto: el viaje. Este pretende ser un viaje atrás, a la tierra que dio a luz a mi madre, a mis tíos, a mi abuelo materno que no conocí; pero también un viaje hacia delante, un viaje que desea un futuro diferente, que parte de este presente solitario, en Barcelona.
Pasó tres días paseando por una ciudad que quería ser la suya. Lo notaba. Durante esas 72 horas pensó en él con todas sus fuerzas, como si así pudiese lograr que apareciese entre la multitud, en una de aquellas callejuelas de la judería. Buscó en cada uno de los rincones por los que él seguramente había callejeado, mucho antes de que se conociesen, sin hallar más respuestas que sus propias dudas. Se refugió en librerías, teterías, cafés, intentando, en vano, emitir señales de humo desde su cuaderno de viaje. Pero regresó sin lograr desprenderse de ese frío terrible que se le había agarrado al alma.

22 noviembre 2007

reflexión

hasta ahora había pensado que lo peor era el frío. pero no, una vez más se equivocaba, lo peor de todo es sentirse sola (y ahora el frío únicamente como tapadera, como mentira, como pretexto, como compañero en estas frías tardes de otoño que ha pasado sola, tiritando).

16 noviembre 2007

poética

"oscuro el borrador, el verso claro"


'Momentos de ceniza,
de pasear cogidos de los pies.
Momentos de duda,
de encuentro, de incertidumbre:
de olor a miedo.
Momentos de humo,
de pensar, melancólicamente, en sus pies'.

14 noviembre 2007

Ella (IV)

Lo peor es el frío. Siente frío en la ducha, en la calle, en la cama. Siente el frío en las entrañas. Ahora que ha dejado de contar los meses para contar los años: siente el frío del pasado, el del presente y el del futuro. Recuerda el frío del helado, de las olas rompiendo en sus rodillas, del avión que no llegó a tomar, del mármol de la mesa del Café. El frío de los brazos en los que jamás se ha sentido amada, en los que no se ha dejado amar, de los besos que le han robado en los últimos años (o meses, como ella se empeña en recordar). Pero el peor de todos es el frío del otoño deviniendo invierno, de las tardes que dan a luz noches sietemesinas, mientras ella siente el frío sola, tiritando, sin ni siquiera poder recordar sus abrazos.

04 julio 2007

I

como aquella primera noche han sido las siguientes: sentado bajo el ventanal, tratando de imaginar qué hubiese pasado si el miedo, si se hubiese decidido, si no hubiese crecido ese cañaveral de silencio que ahora los separa, además de la distancia física, emocional, carnal. tras esas noches interminables, suele ver salir el sol, para a continuación encerrarse en su habitación, a oscuras, y dormitar a lo largo de toda la mañana, y del día.
(imaginemos que nunca vieron amanecer juntos, ni anochecer, aunque estando en el mismo lugar, pongamos, un viaje común, nunca lo hicieron)
al atardecer sale de la penumbra de su habitación y se da una ducha rápida: bajo el agua piensa en ella con sus manos. luego se prepara la cena -siempre le gustó cocinar-, y elige una botella de vino que coloca cuidadosamente al lado izquierdo de la bandeja de madera, al derecho las copas. de camino hacia el ventanal escoge un cd, lo pone en la minicadena y se sienta, cruzando las piernas, con los pies descalzos, en el suelo, frío, ante su ordenador portátil: en él la (re)crea.

13 junio 2007

Prefacio

















Calle Salustiano Olózaga. Librería Hiperión

Calle Cabanelles. No hay librería

Bibliomaquia

Amo la oscura espalda

que asume la ciudad cuando atardece.

Bajo su toldo inevitable

alguna vez escribo.

Sobre todo, los sueños. Dónde irá

la gente, tan deprisa,

desandando esta ausencia de pájaros, buscando

refugio en los portales de la noche.

Porque los coches no saben su camino

y van como animales en querencia

a la casa, sin dudas, entre besos

que nos duran el tiempo de un semáforo

y un poco más; porque decir mañana

es casi discutir el más allá

(...) pero

del corazón espero

el latido que alumbra la mañana,

la hiperestesia urbana

y en la ventana sigo

viendo palidecer a las estrellas

en soledad conmigo.

Vicente Luis Mora

Pdt:

Desde la ventana de mi estudio puedo contar las ramas de ese árbol, pero no lo hago, siempre me aburrió contar. Por las noches, desde el estudio, pienso en el resto del día, en las miradas que he evitado, y en la que me he visto caer, en lo que he leído, escuchado o imaginado, en la mujer que se tambaleaba en el andén del metro o en el niño que me sonreía desde el cochechito en el 41. Desde el estudio, a veces también recorro las calles de los lugares en los que he estado, tratando de recuperar recuerdos de viaje, instantes, palabras, para alimentarme de ellos cuando necesito vivir, escribir.

Aquí os dejo una ventana, aún por abrir.