17 junio 2008

lluevo, llora

'fuiste la llama de mi razón alucinada. No había es-
pacio donde apoyar ya mis símbolos. Te amaré
tanto, decías, y aprendimos la importancia del café
del desayuno en tanto yo salía a robar para ti na-
ranjas. Devoramos el mundo, esa bestia sordo-
muda, para hacernos menos sordos, menos mudos,
siguiendo una ley por la cual buscando crear y des-
truir energía la encuentras en belleza transformada.
Yo no sabía qué pasa cuando péndulo se detiene
porque había visto uno detenido. Llorabas y
llovía. Vi cosas en tus ojos que nadia había visto,
me apretabas la mano buscando exprimir aquella
fruta robada a mí; a nadie; transgénico zumo de
lluvia en lágrimas. La verdad es a veces tan verdad
que se vuelve 100 % cristalina, y así innombrable.



lo más difícil es narrar siempre el presente. Su instan-
taneidad no admite proyecciones, fantasías, desenfoques.
Yo no sé si todo aquello existió porque no sé si existe.
No sé si son ciertas tus manos [aunque sí sé que verosí-
miles] bajo la lluvia, y tus ojos como Polaroids [irrepeti-
bles y mostrando más de lo previsto]. Llorabas. Llovía.
Quién deja a quién si todos andamos diferidos de noso-
tros mismo, dejando atrás lo que entendemos para no
entender lo insoportable: que cada cual es uno y además
no numerable, que vendrán otras, que vendrán otros,
que asusta pensar hasta qué punto todos somos inter-
cambiables. Sé que no podré olvidar cuanto vi en tus
ojos: el aure ionizado sobre nuestras cabezas, tus manos
apretadas [no sé exactamente qué visión pretendían re-
futar]. Puede que fuera yo quien lloraba, puede que fuera
en mí donde llovía. Puede que aún me estés besando, o
que aquel martes [por decir un día] jamás haya existido.'






páginas 12 y 13, Carne de píxel, A. F. Mallo

07 junio 2008