04 julio 2007

I

como aquella primera noche han sido las siguientes: sentado bajo el ventanal, tratando de imaginar qué hubiese pasado si el miedo, si se hubiese decidido, si no hubiese crecido ese cañaveral de silencio que ahora los separa, además de la distancia física, emocional, carnal. tras esas noches interminables, suele ver salir el sol, para a continuación encerrarse en su habitación, a oscuras, y dormitar a lo largo de toda la mañana, y del día.
(imaginemos que nunca vieron amanecer juntos, ni anochecer, aunque estando en el mismo lugar, pongamos, un viaje común, nunca lo hicieron)
al atardecer sale de la penumbra de su habitación y se da una ducha rápida: bajo el agua piensa en ella con sus manos. luego se prepara la cena -siempre le gustó cocinar-, y elige una botella de vino que coloca cuidadosamente al lado izquierdo de la bandeja de madera, al derecho las copas. de camino hacia el ventanal escoge un cd, lo pone en la minicadena y se sienta, cruzando las piernas, con los pies descalzos, en el suelo, frío, ante su ordenador portátil: en él la (re)crea.