14 febrero 2009

Esa palabra

a petición de E.



El amor es arriesgar: tu pasado por un futuro nuevo, diferente. Vaciarse de recuerdos, también de los buenos, para evitar caer en la trampa de la comparación. Sentir cómo se te revuelven las entrañas, cómo ese amor se te agarra al alma y condiciona los latidos de tu corazón. Saber que es eterno, mientras dura, y aún y así entregarte a él sin ese miedo que nos recorre la espina dorsal antes de dejar que nos roben un primer beso, antes de permitir que nos amen, antes de concedernos el placer de amar.
El amor es, también, ensayar: descubrirlo, reconocerlo, probrarlo, apreciarlo, perderlo, para finalmente comprenderlo. Para, a fin de cuentas, entender que en el amor es imprescindible la interacción de dos personas dispuestas a amar, pero también a sufrir, a reír, a llorar, a olvidar. El amor es, indudablemente, también desamor. Y el néctar del desamor sólo es apto para el paladar de los valientes, de los que no dudan en arriesgar por amor.