17 febrero 2008

Escribo compulsivamente, pero la pantalla me devuelve el eco sordo de mis propias palabras. Aunque trato de sobrevivir a los días, muero poco a poco, al compás de mi teclear desafinado. Se me ocurren distintos modos de continuar esta historia. También, a veces, creo que ya es suficiente y pienso en diferentes finales. Podría jugar con el destino de los personajes, hacerlos huir en direcciones opuestas, separar sus caminos de modo que jamás se volviesen a encontrar.
Incluso podría, por qué no, acabar con esta historia arrastrando el archivo que la custodia a la papelera de reciclaje. Pero no quiero: no puedo si tan sólo pensar en eso. No soy capaz de ordenar a mis dedos la deconstrucción de algo que me ha llevado tanto tiempo aprender a sentir. No puedo suicidarnos con romper una página, aunque no me canse de leer ese verso. No, no y no. No al cubo. No a la máxima potencia. Infinitamente no. No puedo escribir yo sola esta historia.

1 comentario:

Anna A. dijo...

Respirar como signo inequívoco de que todavía permaneces. Vivir, estar a un lado, o delante, o detrás.

Sí, existo aunque sólo a medias. Pero eso sólo es momentáneo, porque pronto saldré a buscar aire(s).

Echo de menos los (esos/nuestros/siempre) cafés. Y estoy buscando minutos para recuperarlos; serás la primera en saberlo. Por supuesto.

Besos tietiles, previos a.