03 marzo 2009

sincero

Los minutos que preceden a cualquier encuentro son terribles. Quiero decir, terriblemente bellos. Son esos momentos en que dudas de si realmente debías acudir a la cita, en los que te convences de que sí, de que claro que debías ir, en los que te miras en los escaparates para comprobar que realmente tu aspecto no es del todo horroroso, aunque hayas dormido más bien poco y las ojeras te delaten.
x
x
Habías pensado en ese momento desde la última despedida, desde que empezastéis a hablar cada día, desde que las horas se convirtieron en minutos para vosotros. Habías imaginado el encuentro. De pronto te das cuenta de que estás ahí, y tan sólo faltan diez minutos para la hora acordada, pero tú ya estás allí, esperando. De hecho, no te asombras, eso siempre se te ha dado bien, esperar ha sido tu modo de vivir durante mucho tiempo.
x
x
Entonces te sientas, de nuevo, a esperar, pero por primera vez en mucho tiempo llegó antes de la hora prevista, sin hacerte esperar demasiado. Y te sonrió, de lejos, mientras tú te acercabas lentamente, demorando el momento del encuentro, pero también sonriendo, aunque sin darte cuenta. Y pensaste en el tiempo que había pasado desde que un momento así no te brindaba la oportunidad de sonreír.
x
x
Estáis tan cerca que no sabes qué hacer. Dos besos, un cómo estás torpe, y descubrir que tras su sonrisa se esconde una mirada que no es capaz de dejar de ser triste. Paseáis. Al principio echáis a andar y tú no sabes exactamente qué decir, pero él cubre tu silencio con sus palabras. Te entiende, y piensas que no quiere que te sientas incómoda. Por eso bromea. Y te mira sin esquivar tu mirada.
x
x
Cuando te das cuenta ya habéis dejado atrás el puerto antiguo, ya estáis delante del mar. Pero no os detenéis, seguís caminando sin saber muy bien a dónde váis, sin tampoco preguntaroslo, mientras te cuenta cómo han sido los últimos días. Y lo entiendes de primeras, sin pestañear, dándote cuenta de que realmente habláis el mismo idioma. Aunque tú eso lo supiste desde el primer momento.
x
x
Y sientes cómo los nervios trepan desde tu estómago, alcanzando tu garganta, entorpeciendo tus palabras ensayadas: no querías hablar de ello, no querías preguntarle sobre ello, no querías, no pretendías hacerlo, pero lo has hecho, ya no hay vuelta atrás, y él parece responderte con gusto. Es en ese momento preciso cuando te das cuenta de que te has convertido en su amiga, y te acecha la duda. No sabes si realmente querías ser su amiga.
x
x
El problema, piensas, es que últimamente nunca sabes realmente lo que quieres. Tienes miedo a casi todo (incluso a los aviones), y cuando te sobreviene el miedo huyes. Siempre en la dirección incorrecta. Por el miedo. Claro. Cualquier excusa te sirve para hacer la maleta y salir corriendo. Aunque ahora piensas que eso no volverá a suceder. Ahora, por fin, crees saber lo que quieres, y donde, y como lo quieres. Pero cuando te das cuenta de todo esto ya estás de nuevo en el asiento de un avión, mirando cómo el mar desaparece, a lo lejos.

4 comentarios:

BOB dijo...

Carmen, sinceramente: creo que es lo mejor que he leído de ti. Me alegra mucho. Me gusta mucho el tono, que no sea ni catastrófico ni pesimista (nos tenías acostumbrados a una melacolía que podía llegar a exasperar). También la falta de seguridad que destila la voz. Detecto otro decir más maduro, que sólo la duda -la duda de sí y de los otros -puede proporcionar a un narrador omnisciente -o que cree conocerse, conocer los actos que le guían. Así pues: adelante, enorgullécete pero duda, nunca dejes de dudarte.

C. dijo...

Gracias, T. Sólo puedo darte las gracias, por estar siempre de ese otro lado, diciéndome lo que tantos otros (aquí me doy más importancia de la que me corresponde, sólo unos pocos me leéis) se callan para sí mismos.

Estefania dijo...

La próxima vez que no sepa cómo expresar algo que está en el fondo de mi estómago, que sube hacia arriba y amenaza con salir por cada uno de mis poros sin casi avisar...ese día te rogaré que Me Escribas...

C. dijo...

Gracias, E., a ti también también. Pocas veces he sentido la necesidad de saberme leída, y justo en uno de esos momentos, apareces tú y me dejas estas palabaras tan lindas...