04 marzo 2009

Él, de nuevo él

El vuelo está siendo horroroso. Una azafata con acento isleño ha anunciado que, debido al mal tiempo, se preveen turbulencias hasta el aterrizaje en el aeropuerto italiano. Y a ti no se te ocurre nada mejor que sacar el cuaderno y el lápiz de tu bolso y disimular tu recién estrenado miedo a volar escribiendo, como si estuvieses totalmente habituada a la situación. Recuerdas el punto en qué dejaste la historia y decides no contar lo que siguió a la maldita pregunta. Retomas las notas a partir de esa noche. Y escribes:
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Algo parecido te iba a suceder al día siguiente. Aunque todavía no podías tener ni idea. Habías llegado a casa tarde, después de haber pasado el día con algunos amigos en esa ciudad que sientes un poco tuya. Primero saludaste a tus padres y sólo después de contarles lo mucho que habías sonreído con cada uno de ellos, fuiste directamente a tu habitación. Bien, no directamente, antes pasaste por el baño. Esa maldita obsesión tuya de lavarte las manos cada tres por dos.
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Mientras te desnudabas, en esa habitación que ha sido tuya durante tantos años (ahora la tuya está lejos, en otra casa, en otra ciudad, en otro país, aunque aquí reconozcas viejos olores, antiguos momentos), sonó tu móvil. Y te sorprendió, no esperabas ningún mensaje. O sí, quizás sí lo esperabas, aunque no conscientemente. De modo que olvidaste ponerte la camiseta del pijama, y aunque sentías el frío en tus senos, recorriste en diagonal la habitación, hasta alcanzar el teléfono.
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Era un mensaje. Lo leíste. Pero no lo acabaste de creer. Y lo volviste a leer. En ese momento no supiste hacer otra cosa: tus dedos se avalanzaron sobre el diminuto teclado del aparato y enviaron un 'de acuerdo, hasta mañana' suicida como respuesta. Las palabras parecían repetirse, multiplicarse. Él, él, Él, él por tres, Él al cubo. Y tú, medio desnuda, pensabas en ellas, y las repetías sin darte cuenta. Mañana, un café, en el bar de siempre, el de la playa. Y de pronto, Él, el de tu pasado, el que había estado en esa misma habitación contigo, se convirtió en él, en minúscula.
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1 comentario:

Anna A. dijo...

Bravo preciosa. Cada vez más, las palabras se convierten en un mero instrumento bajo tu mano.

Mi niña lo está consiguiendo.

Te quiero.